Por supuesto, no podían estar ausentes Beatriz, Fernando y Gonzalo Gerbasi, hijos de Vicente y Consuelo. Tampoco Kristen Drastrup, el yerno “vikingo” tropicalizado, así como Irene Kaplun de Gerbasi y Miryan Navas de Gerbasi. Así como Hugo Álvarez Pifano, sangre de los Gerbasi. David López-Henríquez. Marco Tulio Bruni Celli y Sonia Rojas de Bruni. Todos están en este libro porque aportaron datos para que Vicente Gerbasi volviera a la vida de los lectores. No deja por fuera el biógrafo a Natalia López y a sus hijos, quienes se levantaron cerca del poeta, tanto en Dinamarca como en Venezuela. De manera que estamos hablando de un libro familiar, bellamente escrito y bellamente editado, en el que Eduardo Casanova cuenta toda la vida y obra de Gerbasi, desde la llegada del padre, la muerte del Inmigrante, los viajes de Vicente y sus hermanos a Vibonati, hasta la despedida de quien dejara una obra de gran envergadura poética. Este es un libro para leerlo con pausa, como si fuera un poema. Casanova lo escribe desde su más próximo conocimiento del personaje. Es un libro dedicado a un venezolano que hizo crecer a su país, que lo llenó de belleza, de imágenes, de palabras para sentirnos orgullosos. Desde la inocencia del niño que fue Vicente Gerbasi. Un niño de mucha edad que supo ser niño desde todas las edades. Así lo vemos en estas páginas de Casanova. Este es un libro donde un hombre llamado Vicente Gerbasi continúa su viaje, insomne, entre las tempestades y la paz reveladora de los árboles del trópico. Bajo la nube que nunca lo abandonó, como un ángel. |